El boom latinoamericano es un movimiento literario que se dio entre los años 60 y 70 en el que el realismo mágico y lo real maravilloso fueron los protagonistas. Sus principales representantes son Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y Fuentes, entre otros. Posteriormente a este tuvo presencia un movimiento al que se conoció como post boom o boom junior. Es un término que define al mainstream (pensamientos, gustos o preferencias que son mayoritariamente aceptados en una sociedad) de la narrativa latinoamericana de las décadas pasadas como “modernista”, del cual se desprende una corriente “postmodernista” que se caracteriza por tener una temática política y que ha innovado en lo técnico.
Estrictamente el post boom es un movimiento literario que se dio después del auge del Boom latinoamericano como tal, que pertenece a América Latina y es un ámbito de la narrativa literaria. Algunos críticos lo llaman “literatura post moderna” o “novísima literatura” para darle independencia del boom además de que no quieren utilizar términos extranjeros. A breves rasgos, algunos autores del post boom están en contra del boom y lo critican mientras que otros están a favor y toman algunos rasgos del mismo. Los principales representantes de esta corriente son Alfredo Bryce Echenique, Manuel Puig, Isabel Allende, Antonio Skarmeta, Reynaldo Arenas y Severo Sarduy entre otros.
El post boom evolucionó a partir del boom con tal, pero más que similitudes encontramos diferencias. Normalmente se relaciona post boom con lo moderno. Se abandona la preocupación de crear nuevos tipos de literatura y de narrativa como lo hacían Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, etc. Se opta por un estilo más simple y más fácil de leer, se vuelva al realismo y se dejan de lado las preocupaciones existenciales para dar prioridad a la narrativa histórica y real. La investigación toma prioridad para tener precisión en los hechos históricos. Incluso muchas de las obras del post boom tienen como tema el exilio, común entre los autores del movimiento. Como sobresaliente de la corriente se puede decir que hubo un surgimiento de la literatura femenina (gracias a que destacan las autoras femeninas) y el tratamiento de la de la sexualidad cambió. Si nos fijamos estrictamente en las características del post modernismo las podemos relacionar directamente con el post boom. Como antes ya mencioné, la expresión de sentimientos en la forma más sencilla posible al igual que la expresión de situaciones y hechos. Las obras tienen y un tono irónico o sentimental.
La mayoría de las autores del post boom nacieron en la Generación del 40, algunos de ellos son: Alfredo Bryce Echenique, Andres Caicedo, Mario Benedetti, Manuel Puig, José Donoso, Isabel Allende, Antonio Skarmeta, Luis Rafael Sánchez, Mempo Giardinelli, Carlos Martínez Moreno, Fernando del Paso, Reynaldo Arenas, Rafael Chaparro Madiedo y Severo Sarduy.
“El boom nos dio grandes novelas” –agrega Ortega- “el post-boom nos da un relato más cercano a la vida cotidiana, menos determinado social o históricamente, y por lo mismo, más fácil de hacerlo nuestro” (Terra). Pero el post boom es más que eso, muchos críticos dicen que se basa en tener la presencia de la cultura joven, que está influenciada por los medios masivos de comunicación, el cine, la música pop, la televisión, el amor y la sexualidad. Incluso podemos ver nuevas tendencias como el humor, el optimismo, la incorporación de grupos marginados, la espontaneidad, el reflejo directo de la vida cotidiana en las obras, el coloquialismo, la intrascendencia, el realismo poético y la facilidad de leer los productos literarios del movimiento.
Por todas las razones antes mencionadas creo que es muy fácil relacionarse con las narraciones del post boom. El vernos reflejados/as en acciones comunes y cotidianas nos ayuda a ver que los personas de la literatura no están tan alejados de nosotros como creemos. Si comparamos el personaje de Julius en “Un mundo para Julius” de Alfredo Bryce Echenique con el del protagonista del “Cartas a una señorita en París” de Julio Cortázar, nos identificamos prioritariamente con el primero. No tiene nada que ver que sea un niño (todos tendemos a relacionarnos con la inocencia e ingenuidad de los niños la mayoría de veces) o que no hayamos tenido una infancia parecida o que no vivamos escribiéndole cartas a una señorita sobre nuestro vómito de conejitos. Estos son hechos aparte que tal vez nos ayudan a ver una historia desde una perspectiva u otra, pero lo que nos hace relacionarnos o no con los personajes es para mi punto de vista la simpleza del lenguaje, el realismo expresado en las narraciones, la facilidad de leer y el expresar los sentimientos de manera más sencilla. Es más fácil entender lo que le sucede a un persona si no los cuenta, no cuando tratamos de descifrarlo mediante comparaciones o distorsiones de la realidad. Claro está que este es mi punto de vista y muchísimas personas pueden estar en desacuerdo con eso y las metáforas complejas pueden ser para ellos más completas pero a cada uno le gusta un tipo diferente de literatura.